Nueva York. El supuesto derecho sagrado democrático de votar en este país culminó sin que nadie pueda garantizar que los votos cuenten, en un clima en el cual un presidente no descarta una especie de autogolpe si no gana en las urnas, y millones, en una ola multirracial que es la cara del futuro del país, tratando de rescatar lo que queda de esta democracia de las garras de un proyecto populista de derecha que nunca ha gobernado con el apoyo de una mayoría.
Millones de personas se formaron en largas filas en el país, algunos sin cubrebocas, una de ellas la esposa del mandatario, Melania, votando –se supone– por su marido. Fieles de Donald Trump repitieron las mil falsedades, teorías de conspiración y negación de la ciencia que expresa sin cesar su líder, y si esos argumentos no funcionan siempre hay la de la intervención divina, como comentó una mujer: Dios lo puso en la Casa Blanca y aún tiene más que hacer
. Otros repitieron la razón por la cual votaron por él la primera vez en 2016: estaban hartos de la cúpula política de ambos partidos en Washington.
En La Jornada