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La nueva paradoja del espacio público: riesgo y deseo de libertad

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Son espacios de riesgo y a la vez representa la anhelada libertad ¿Cómo enfrentarlo?

Con el objetivo de analizar el presente y futuro de la situación social en el mundo ante la contingencia por Covid-19, expertos de 14 universidades en Europa y América Latina se dieron cita en el panel “Creencias y conductas sociales en torno a la pandemia”.

El evento organizado por la Universidad La Salle México, contó con la presencia del doctor en sociología Nicolás Camerati, de la Fundación Chile Inteligente y Smart Republic, quien tocó el tema de la importancia que adquirió el espacio público.

El Economista charló con el especialista quien asegura que estamos frente a una situación interesante porque se ha creado una paradoja del espacio público: por un lado este se transforma en un objeto de atención del mundo político y social, donde está la idea del riesgo, porque la enfermedad efectivamente se transmite en el espacio público, pero al mismo tiempo, el confinamiento y el estar mucho tiempo encerrados genera el deseo de libertad.

Salir parece ser el primer paso para superar la crisis, pero al mismo tiempo es el primer paso del riesgo, frente a ello, tenemos grupos sociales con comportamientos diferentes; “algunos serán distantes, con la perspectiva del miedo utilizando mascarillas y elementos de protección, y otros viendo al espacio público como nuestro para aprovechar lo que se había restringido y encontrarse con los otros”.

En particular un grupo que va en la línea de aprovechar la salida son los jóvenes, en Francia por ejemplo, donde se encuentra actualmente el especialista, se han tenido ciertos conflictos, pues ha habido encuentros que no son de carácter típico, sino eufóricos, propios de una salida de confinamiento.

Entonces, ¿Cómo las ciudades se van a adaptar a estas situaciones y emociones?

El doctor Camerati reflexiona y comparte que será importante de inicio apelar al urbanismo táctico para el uso del grupo de personas que están teniendo miedo, es decir, una manera de adaptar los espacios públicos de forma transitoria, de bajo costo y que puedan ser transformados para nuevamente volver a su uso normal o que queden perenes.

Calles que se están transformando a peatonales, más ciclovías, ampliación de terrazas para instalarse al exterior, peluches gigantes o maniquíes para delimitar espacios, sillas de colores distintos, “esto será una síntesis entre el arte, la ciudad y el uso”.

Agregó que desde la sociología se está repensando el concepto de espacio, donde ya no se ve la ciudad solamente como una zona mobiliar, sino que se está entendiendo la importancia del territorio local, “cafés restaurantes, tiendas, es una proximidad en el propio barrio donde ahora uno conoce al comerciante y trata de ayudarlo, hay una solidaridad en todo esto”.

Sobre la incertidumbre, asegura que lo más importante será respetarnos el uno al otro. “Homogeneizar el comportamiento será complejo, uno tiene historias y creencias distintas, por lo que tenemos que sensibilizar hacia el respeto de la opción del otro y no ser violento”, además, el Estado y las localidades tendrán que pensar en políticas para hacerle ver al otro que esta situación es nueva y que las reacciones serán diversas, pues tendremos que compartir un espacio que no está definido aún y vamos a tratar de adaptarlo.

Por último, desde la experiencia europea, la política y las empresas se han mostrado flexibles en el sentido de entender los procesos de trabajo en las llegadas, los horarios, no generar tensión y una infraestructura adecuada para la situación (medidas de sanitización), “lo que hay que aprender es que es un proceso donde estamos asimilando conjuntamente y debemos acompañarnos entre todos”.

En El Economista