Con un comercio bilateral de 116,000 millones de dólares, México y China tienen importantes ventajas que pueden aprovecharse para impulsar una relación más allá de la comercial.
China, la fábrica del mundo y uno de los países que más inversión extranjera directa atrae, seguirá creciendo este año, superando a naciones como Estados Unidos y la zona euro, y estos factores la volverán más atractiva para hacer negocios en un año que luce complicado.
Con una relación cercana al medio siglo, México y China están por entrar en una nueva etapa tras el paso de la pandemia y la guerra comercial que sostiene con Estados Unidos.
Si bien no se espera que China vuelva a tener crecimientos del PIB de doble dígito, como lo hizo en la década de 1990, su economía seguirá mostrando buenos números, coinciden César Fragozo, vicepresidente ejecutivo de la Cámara de Comercio y Tecnología México-China (China Chamber Mexico), y Jesús Seade, embajador de México en el gigante asiático.
Y si bien la relación ha tenido altibajos, con momentos como la cancelación del tren rápido México-Querétaro durante el sexenio de Enrique Peña Nieto, el comercio bilateral crece. “Ninguna región, independientemente de si en ella se ubican EU o China, está cerca de ser autosuficiente. Cada región importante tiene un nivel de importaciones superior a 25% de recursos que no tienen domésticamente”, añade Seade.
La relación comercial
El año pasado, el comercio bilateral alcanzó los 116,000 millones de dólares, señala Sergio Ley, presidente de la sección Asia-Pacífico del Consejo Empresarial Mexicano de Comercio Exterior, Inversión y Tecnología (COMCE).
La cifra, aclara, no se encontrará en datos gubernamentales, pues el consejo incluyó lo que se compran ambos países a través de terceros. El directivo apunta que si se eliminara esa intermediación, México podría aumentar su presencia en el segundo mercado más importante del mundo.
Si el país quiere reducir el déficit comercial con China, hay que fomentar la inversión en México y cambiar de ser un ensamblador a un “creador” a través del uso de la tecnología y la innovación, agrega Ley.
El especialista ve una oportunidad si el gobierno mexicano invierte en infraestructura para mejorar la logística y la iniciativa privada lo hace para aumentar los lazos comerciales.
Por su parte, Fragozo considera complicado que se aumenten las exportaciones porque casi toda la producción, sobre todo, de alimentos y manufacturas, va hacia Estados Unidos.
“Trabajé en 2019 con un fondo chino y nos pedían camarón. Íbamos con los camaroneros y nos decían: ‘Ya lo vendo todo a Estados Unidos’. Lo poco que les queda es para surtir a otros mercados, pero no a China”, pone como ejemplo.
Otro de los riesgos está relacionado con la falta de seguridad de pagos de la parte china. México, a diferencia de países como Chile o Perú, no tiene un tratado de libre comercio con el asiático, sin embargo, a través del Acuerdo de Promoción y Protección Recíproca de Inversión (APPRI) es posible dar mayor certidumbre del lado mexicano, afirma Jesús Seade.
La inversión
China también es conocido por la inversión que hace en otros países, principalmente, en vías de desarrollo.
Sin embargo, en México no se ha aprovechado de la mejor manera, señalan los entrevistados. La cancelación del tren México-Querétaro fue uno de los momentos que marcó la inversión del gigante asiático en México, señala Ley.
“Aquí hay un tema de ideología. No están acostumbrados a licitaciones”, dice Fragozo, quien añade que cuando China invierte en infraestructura, lo hace a través de contratos directos.
“Sí queremos exportar más, pero estoy convencido de que el énfasis principal debe colocarse del lado de la inversión extranjera china y el nearshoring”, sostiene el embajador Seade.
Y aunque la relación con China en este sexenio no se ha profundizado, hay empresas asiáticas invirtiendo en proyectos, como el corredor transístmico, a través de asociaciones con empresas mexicanas. La consecuencia de este tipo de participación es que la inversión china llega en menor medida, advierte Fragozo.